Real Federación Española de Natación
13/12/2010 alle 00:00
María Peláez, camino hacia el futuro...
María Peláez nos ha enviado una emotiva carta que quiere, queremos, compartir con todos los amantes de la natación. Ella, que ha sido una bandera de nuestro deporte, que tanto se lo ha peleado, ha escrito desde la raza, desde el corazón. De la misma forma que hacía cuando nadaba, sin dar una brazada por perdida. Así era la deportista y así es la que mira al futuro recordando siempre que "ser acuática me apasiona". MARÍA, ¡MIL GRACIAS! Pincha el titular para leer su CARTA DE DESPEDIDA >
María Peláez:
"Ejem, ejem... Por suerte no tengo que leéroslo yo misma...
Si estuviésemos en el cine en la claqueta pondría toma 12 o así... Una vez
más tiro de perseverancia para terminar de sacar las palabras que me
gustaría saliesen de las puntas de mis dedos, guiadas por mi corazón, o
razón, o lo que quiera que tenga que salir.
Me embarga la emoción con la cantidad de mensajes de cariño y aprecio que me
habéis escrito y dicho. Por agradecerme ser como soy y haber hecho lo que me
gustaba durante toda mi vida... ¿Qué mérito puede tener eso? Yo creo más en
la justicia que en la suerte, pero he tenido tanta suerte que tengo mis
dudas sobre el tema.
He tenido la suerte de nacer en una familia increíblemente peculiar por lo
normal que es, una familia en la que todo el mundo se quiere y te quiere, y
en la que se acepta a cualquiera que llegue de fuera en el momento en que
entra por la puerta o que alguno habla de esa persona a la familia.
He tenido la suerte de que mis hermanas mayores quisieran nadar, y que me
llevaran a la piscina, y descubrir ese mundo silencioso y azul en el que no
te caías, en el que podías volar y caminar al revés. Nadar espalda metiendo
la cabeza en el agua para ver cómo se acercaba la pared, o verlo todo al
revés me encantaba, y bucear, y ver a todos los demás desde el fondo de la
piscina de El Candado, a 4 metros de la superficie. Feliz. Lo único que he
hecho ha sido ser feliz, tal vez es eso lo que os ha gustado de mí, no sé.
He tenido la suerte de ir conociendo a gente que me ha ayudado en el camino,
a gente a la que he podido ayudar y con la que he compartido los buenos
momentos, pero sobre todo he aprendido a superar los “malos” gracias a tener
siempre alguien al lado, no físicamente, sino anímicamente, o simplemente
pensando en ellos. La lista es demasiado larga, todos sabéis que recibís ese
guiño, pero, por si hubiese duda, me gustaría que Arturo se diese por
aludido. Por su coherencia, su manera de afrontar con entereza aquello que a
mi me superaba, y supongo que la posibilidad de dar mi punto de vista
diferente y práctico sobre las cosas que a él le superan.
He tenido la suerte de estar con los mejores técnicos y de todos he
aprendido. Todos han sido muy generosos, y me han transmitido su cariño, su
confianza y su agradecimiento por haberme preparado. ¿Es eso normal? ¿No
seré yo la que tiene que dar las gracias? Antonio, brindando lo que él veía
como un diamante a su amigo Fernando, porque él no tenía los medios
necesarios. Fernando, padre de 30 hijos cada año. Guti, siempre optimista,
comprensivo y divertido. Alberto y el Moro, aceptándome como una italiana
más, tratando de hacerme recuperar la confianza en mí misma. Paulus, con su
pasión “desproporcionada” por la natación, que por fin tiene premio. Joan,
con su forma distinta de formar parte de este mundo, que me descubrió su
afecto años antes de entrenar con él. Jordi, la fugacidad de lo que hubiese
querido que durara. Eva, la confianza, el carácter, la sinceridad. Y Juan,
el perseguidor de sueños, la bondad al servicio de sus Guepards, el
transmisor del amor por la natación. Es justo lo que hubiese elegido para mi
carrera deportiva si hubiese podido hacerlo cuando empecé. Así hubiese
escrito mi historia. Podría haber añadido alguna medalla olímpica, pero la
soñé tanto que no me pesa no haberlo vivido finalmente.
He tenido mucha suerte. Perseguir sueños es precioso, poder alcanzar algunos
fantástico, compartirlo con todos es lo mejor que me ha podido pasar.
Siempre me he sentido una privilegiada, por poder hacer lo que me gustaba,
hacerlo bien, y vivir de ello. Pero esta semana, recibiendo todos los
mensajes (escritos o no) que he recibido, siento que no lo valoré
suficiente, llegaba más lejos de lo que podía imaginar (y tengo buena
imaginación). Empieza una etapa nueva que no tiene porqué cerrar la
anterior, porque forma parte de mí. La natación es parte de mi forma de ser,
de mi carácter. Doy lo que recibo, así que todos aquellos que me habéis
agradecido, felicitado, halagado... recibid esos mismos agradecimientos,
felicitaciones y halagos, porque soy como me “habéis hecho”.
He tenido suerte, porque sentir el agua cada día, superarme cada día,
aprender algo cada día, eso suma. Ser acuática me apasiona, y es de las
cosas que sí me da miedo perder por no ser más una nadadora de alta
competición, pero confío en recuperar algunas de esas sensaciones cada vez
que me tire a una piscina. La superación no estaba sólo en las marcas;
estaba en luchar al día siguiente, en darte una pereza mortal levantarte a
las 6 para entrenar y pensar en que si todos mis compañeros pensaban lo
mismo Fernando iba a estar solo en la piscina, y seguro que no le sentaba
bien; en “fracasar” en el resultado pero aprender de tu fracaso; en apoyarte
en los compañeros para hacerlo y apoyarlos para aprender de los suyos. En
fin, en conocerte un poco más y ser capaz de convivir contigo misma.
No quiero alargarme mucho, con la cantidad de veces que he empezado este
escrito (en el avión de ida, en el de vuelta, en la habitación del hotel,
que terminó convirtiéndose en una “despedida de oveja”, y “x” veces en
casa), creo que puedo plantearme lo del libro. Y a juzgar por la cantidad de
personas que me queréis y habéis demostrado vuestro cariño tendría bastantes
lectores. Además, aún me queda la “despedida para el homenaje del club”.
Escribir me hace llorar a veces, pero si hubiese tenido que leer estas
palabras hubiésemos llorado todos. En Palma no tuve que hablar y ya fue
lacrimógeno (es que e
María Peláez:
"Ejem, ejem... Por suerte no tengo que leéroslo yo misma...
Si estuviésemos en el cine en la claqueta pondría toma 12 o así... Una vez
más tiro de perseverancia para terminar de sacar las palabras que me
gustaría saliesen de las puntas de mis dedos, guiadas por mi corazón, o
razón, o lo que quiera que tenga que salir.
Me embarga la emoción con la cantidad de mensajes de cariño y aprecio que me
habéis escrito y dicho. Por agradecerme ser como soy y haber hecho lo que me
gustaba durante toda mi vida... ¿Qué mérito puede tener eso? Yo creo más en
la justicia que en la suerte, pero he tenido tanta suerte que tengo mis
dudas sobre el tema.
He tenido la suerte de nacer en una familia increíblemente peculiar por lo
normal que es, una familia en la que todo el mundo se quiere y te quiere, y
en la que se acepta a cualquiera que llegue de fuera en el momento en que
entra por la puerta o que alguno habla de esa persona a la familia.
He tenido la suerte de que mis hermanas mayores quisieran nadar, y que me
llevaran a la piscina, y descubrir ese mundo silencioso y azul en el que no
te caías, en el que podías volar y caminar al revés. Nadar espalda metiendo
la cabeza en el agua para ver cómo se acercaba la pared, o verlo todo al
revés me encantaba, y bucear, y ver a todos los demás desde el fondo de la
piscina de El Candado, a 4 metros de la superficie. Feliz. Lo único que he
hecho ha sido ser feliz, tal vez es eso lo que os ha gustado de mí, no sé.
He tenido la suerte de ir conociendo a gente que me ha ayudado en el camino,
a gente a la que he podido ayudar y con la que he compartido los buenos
momentos, pero sobre todo he aprendido a superar los “malos” gracias a tener
siempre alguien al lado, no físicamente, sino anímicamente, o simplemente
pensando en ellos. La lista es demasiado larga, todos sabéis que recibís ese
guiño, pero, por si hubiese duda, me gustaría que Arturo se diese por
aludido. Por su coherencia, su manera de afrontar con entereza aquello que a
mi me superaba, y supongo que la posibilidad de dar mi punto de vista
diferente y práctico sobre las cosas que a él le superan.
He tenido la suerte de estar con los mejores técnicos y de todos he
aprendido. Todos han sido muy generosos, y me han transmitido su cariño, su
confianza y su agradecimiento por haberme preparado. ¿Es eso normal? ¿No
seré yo la que tiene que dar las gracias? Antonio, brindando lo que él veía
como un diamante a su amigo Fernando, porque él no tenía los medios
necesarios. Fernando, padre de 30 hijos cada año. Guti, siempre optimista,
comprensivo y divertido. Alberto y el Moro, aceptándome como una italiana
más, tratando de hacerme recuperar la confianza en mí misma. Paulus, con su
pasión “desproporcionada” por la natación, que por fin tiene premio. Joan,
con su forma distinta de formar parte de este mundo, que me descubrió su
afecto años antes de entrenar con él. Jordi, la fugacidad de lo que hubiese
querido que durara. Eva, la confianza, el carácter, la sinceridad. Y Juan,
el perseguidor de sueños, la bondad al servicio de sus Guepards, el
transmisor del amor por la natación. Es justo lo que hubiese elegido para mi
carrera deportiva si hubiese podido hacerlo cuando empecé. Así hubiese
escrito mi historia. Podría haber añadido alguna medalla olímpica, pero la
soñé tanto que no me pesa no haberlo vivido finalmente.
He tenido mucha suerte. Perseguir sueños es precioso, poder alcanzar algunos
fantástico, compartirlo con todos es lo mejor que me ha podido pasar.
Siempre me he sentido una privilegiada, por poder hacer lo que me gustaba,
hacerlo bien, y vivir de ello. Pero esta semana, recibiendo todos los
mensajes (escritos o no) que he recibido, siento que no lo valoré
suficiente, llegaba más lejos de lo que podía imaginar (y tengo buena
imaginación). Empieza una etapa nueva que no tiene porqué cerrar la
anterior, porque forma parte de mí. La natación es parte de mi forma de ser,
de mi carácter. Doy lo que recibo, así que todos aquellos que me habéis
agradecido, felicitado, halagado... recibid esos mismos agradecimientos,
felicitaciones y halagos, porque soy como me “habéis hecho”.
He tenido suerte, porque sentir el agua cada día, superarme cada día,
aprender algo cada día, eso suma. Ser acuática me apasiona, y es de las
cosas que sí me da miedo perder por no ser más una nadadora de alta
competición, pero confío en recuperar algunas de esas sensaciones cada vez
que me tire a una piscina. La superación no estaba sólo en las marcas;
estaba en luchar al día siguiente, en darte una pereza mortal levantarte a
las 6 para entrenar y pensar en que si todos mis compañeros pensaban lo
mismo Fernando iba a estar solo en la piscina, y seguro que no le sentaba
bien; en “fracasar” en el resultado pero aprender de tu fracaso; en apoyarte
en los compañeros para hacerlo y apoyarlos para aprender de los suyos. En
fin, en conocerte un poco más y ser capaz de convivir contigo misma.
No quiero alargarme mucho, con la cantidad de veces que he empezado este
escrito (en el avión de ida, en el de vuelta, en la habitación del hotel,
que terminó convirtiéndose en una “despedida de oveja”, y “x” veces en
casa), creo que puedo plantearme lo del libro. Y a juzgar por la cantidad de
personas que me queréis y habéis demostrado vuestro cariño tendría bastantes
lectores. Además, aún me queda la “despedida para el homenaje del club”.
Escribir me hace llorar a veces, pero si hubiese tenido que leer estas
palabras hubiésemos llorado todos. En Palma no tuve que hablar y ya fue
lacrimógeno (es que e