Real Federación Española de Natación
11/10/2020 a les 18:05
Capçalera

CENTENARIO: Las primeras piscinas de Madrid y los perros rabiosos en las noches de Chamartín

En buena parte del capítulo anterior apuntamos el nacimiento en 1930 del Canoë Club y de la Federación Centro de Natación, dos buques insignia que a mediados del siglo pasado llegaron incluso a dañar la línea de flotación de la inexpugnable natación catalana. En esta píldora 35 nos hemos adentrado en las primeras piscinas de Madrid y en una anécdota de la pileta del estadio de Chamartín -propiedad del (Real) Madrid C.F.- que sería tal si no hubiese sido porque de alguna forma cambió la historia de la natación madrileña y colocó al Canoë en la proa de un barco que hoy, 90 años después, goza de excelente salud.

A mediados de los años 20, la actividad del prolífico Ernesto Masses empieza a dar sus frutos y surgen en Madrid lo que podríamos denominar, a riesgo de equivocarnos en algún caso, los primeros especialistas natatorios como Tomás y Rafael La Cerda, Alberto Maluquer, Artal, Peralta, Rebull o Vicioso, entre otros. El citado Maluquer sería el primer presidente del extinto Club Natación Atlético (el de la capital por distinguirlo del CN Athlètic, el pionero de la Barceloneta).

El caso es que a finales de aquella década la escasez de piscinas era un clamor en Madrid, haciéndose eco incluso las gacetas de la época. Cataluña (Lleida, Sabadell, la del decano CNB…) había tomado claramente la delantera en este sentido y la zona centro estaba ‘desasistida’ por las autoridades competentes ¿Qué había en la capital? La natación castellana nació al borde de sus ríos y estanques -el Jarama, el Henares, el ‘Cerro de los Locos’ del Manzanares a su paso por El Pardo, Guadarrama, la helada presa de Valsaín-, el famoso ‘Canalillo’ y las primeras piscinas del Niágara y del Madrid C.F. (antiguo estadio Chamartín), contado por un protagonista de la época, Juan Escrivá Romaní.

Para el relator de aquellas correrías, los estanques “tenían sus pegas. Aguas sucias, prohibición de baño y ‘desnudario’ al aire libre. Los que éramos nadadores furtivos solo teníamos que valernos de un perro, lanzarle al agua y pedir permiso al vigilante para ‘salvarle’. Como los bordes eran muy altos, no era fácil el rescate y había que zambullirse. Nos tirábamos todos y el perro nadaba por su lado y nosotros por el nuestro; después de unos largos, pedíamos una escalera para poder salir y, como no había, mientras el guarda traía un palo, podíamos nadar algo más. Luego, a trepar y recibir la bronca”.

CRONOMETRADOR FURTIVO CON ESCOPETA Y CORNETILLA

Según el citado autor, aquel “truco daba buen resultado y los estanques mejores eran los de Cantarranas, Dehesa de la Villa y los Caballos, pero reforzaron la vigilancia y cuando nos veían llegar, les oíamos decirse: ‘mucho ojo con los del perrito’. Aquello se puso mal y hubo que cambiar de instalación. Decidimos ir al Canalillo, que tenía trozos rectos bastante largos. Allí nos hicimos amigos del guarda de la zona y el precio del baño era la cajetilla de cigarros de 40 céntimos, pero teníamos que nadar con la boca cerrada para no tragarnos los zapateros y gusarapos. Como ya teníamos zonas de 25 metros y el guarda su reloj con minutero, éste nos tomaba el tiempo. Era nuestro cronometrador furtivo…bien uniformado con escopeta y cornetilla, que servía para dar las salidas”.

Otro punto de reunión de los nadadores aficionados de la época eran las dos lavaderos públicos de la Cuesta de San Vicente, las primeras 'piscinas' de Madrid -el primer auncio en prensa apareció el 6 de julio de 1879 según el excelente blog de M.R. Giménez- más conocidas como los Baños del Niágara, donde había que nadar y guardar la ropa, literalmente. Con su precio de entrada se facilitaba calzón y toalla. Su dueño don Tomás (ayudado por su hijo Tomasito) era el implacable taquillero que no perdonaba ni 1 céntimo de peseta: la piscina popular costaba 0,75 ptas. y la más ‘selecta’ 1,25. El señor Baldomero era el que regaba la instalación sin reparo con una potente manga (incluidas perchas con ropa y bancos situados en las paredes). Había que desnudarse al aire libre y los madrugadores encontraban espacio para dejar sus pertenencias, pero al marchar era tanto el desbarajuste que podías irte con los zapatos de otro. “Más de uno regresaba a casa como un pordiosero”, diría alguno de aquellos pioneros madrileños.

Pues en aquellas piscinas sin medidas reglamentarias -posteriormente se acabaría cubriendo una de ellas el 20 de diciembre de 1931- se celebraron los primeros Campeonatos de Castilla. En el Niágara nació en Club Atlético, y luego fue sede del Canoë, llamado así porque compraron una canoa especial a Canadá para descender el río y en el envoltorio ponía “Canoe”. Después hubo otras piscinas y clubes en Madrid, como la desaparecida El Lago y El Florida, sin olvidar la mítica piscina de La Isla, en la ribera del Manzanares.

Otras dos piscinas muy curiosas -bastante más tardías también- fueron la pileta informal y totalmente familiar del Club Natación Usera; y la que se utilizaba en la zona ajardinada de la empresa de Explosivos, cercana a la “Estación de Las Pulgas”, con 19 metros de largo por 8 de ancho. Qué más les hubiese dado que hacer un metro de largo más… Suponemos que de presupuesto se quedaron cortos.

LA PISCINA DE 33,33 METROS DEL (REAL) MADRID F.C.

El nacimiento del Canoë Club en 1930 -fundado gracias al ‘espíritu de Valsaín’ en plena sierra- no lleva aparejado una piscina propia, por lo que nadadores y saltadores como los hermanos Alonso, Illana, Agosti o Luis Domingo estaban parados. Pero no por mucho tiempo. Sabedores de la existencia de una piscina de 33,3 metros del Madrid C.F. (hoy Real) en los antiguos terrenos de Chamartín y que además disponía de una (rudimentaria eso sí), torre de saltos con armazón de madera, vieron la manera de ‘acceder’ a ella…

Dicha pileta no disponía de sistema de depuración, por lo que los bomberos la limpiaban y llenaban cada cierto tiempo, teniéndose que nadar a lo ancho hasta que se llenaba completamente. El Estadio (del Madrid) se cerraba a las 9 de la noche y el grupo de nadadores del Canoë se las ingeniaba para poder saltar la valla de madrugada diariamente por la zona de la piscina. Había que tener cuidado, no solo porque no se veía nada sino porque arriba del todo el ‘sistema de alarma’ del Madrid eran púas y cristales al final del vallado para ahuyentar a curiosos.

DOS ENORMES Y HAMBRIENTOS PERROS RABIOSOS

Esto no era impedimento si no fuese porque, además, el Madrid contaba con dos enormes perros rabiosos. El caso es que, pasados los días, los nadadores les traían carne y los engañados canes, a su vez, les acabaron custodiando la ropa mientras estos hacían sus entrenamientos nocturnos. Ese grupo natatorio estaba formado por Gancedo, Guillén, Artiñano, Fernández Villaverde, Baldomero y Eugenio Sol, César Agosti, García Díaz, Escrivá Romaní o Sobrini.

Finalmente fueron ‘pillados’ y como todos los nadadores lucían en sus bañadores el escudo del Canoë Club, el entonces directivo del Real Madrid y que fuera también presidente de la Federación Centro (Castellana), Gonzalo Aguirre, les exigió como compensación que nadasen por el Madrid C.F., pero todos ellos cambiaron la historia y decidieron quedarse en el Canoë, que en 1931 se fusionaría con el Club Natación Atlético para convertirse en el Canoë Natación Club. El (Real) Madrid siguió… jugando al fútbol.

Juan Escrivá Romaní, uno de sus ilustres protagonistas, escribió en su día esta anécdota de los canes: “La pileta no tenía sistema de depuración. Cada cierto tiempo, el Cuerpo de Bomberos la limpiaba y la llenaba. Nos pasábamos el día viendo subir la “marea” y haciendo anchos en la parte más profunda. Como a las 9 de la noche se cerraban los servicios, había que idear algo para poder entrenar. También mediaba “el amigo perro” y, en esta ocasión, la cosa era peligrosa. Se trataba de saltar la parte del estadio por la parte de piscina, a las dos de la madrugada, cuando todo estaba desierto”.

El riesgo era máximo: “Sabíamos que la tapia tenía púas de acero y cristales, pero no sabíamos que dos grandes canes de presa eran los guardianes nocturnos. Y cuál no sería nuestro susto al asomar las cabezas y ver que aquellas fieras saltaban con la boca llena de colmillos. Ante la desagradable sorpresa, más de uno nos dejamos medio pantalón en las púas. Había que lograr franquear la tapia, pero ¿cómo?... pues muy fácil, decidimos comprar unos buenos trozos de carne, cubrir las púas y machacar los cristales y, a la noche siguiente, iniciamos la escalada".

La cosa no quedó ahí: "Allí nos esperaban los perrazos, les obsequiamos con rica y abundante carnaza, se tranquilizaron y cambió el panorama. Se pusieron como el ‘Quico’. Cuando vimos que ni gruñían, fuimos saltando el muro, nos desnudamos con mucho miedo y nadamos a oscuras. Nos quedaba el regreso y con sillas hicimos una escalera. Como ya nos veíamos libres de peligro, decidimos seguir con el sistema, resultando que los perros se hicieron tan amigos que nos esperaban todas las noches y cuidaban las ropas de tal manera que casi no nos las dejaban coger para vestirnos”.

Aquello acabó porque varios festivales se celebraban en aquella piscina y “como lucíamos en el bañador la insignia del Canoë, nos declararon socios indeseables y nos mandaron cartas dándonos de baja como socios. Lo curioso es que casi todos jugábamos al fútbol en el infantil del ‘Real’ y todo se arregló…” En realidad, estos chiquillos eran lustrosos futbolistas de día y furtivos nadadores de noche ¡Qué cosas tiene nuestro siglo de natación!

Autores:

Edición / Documentación:

Rodrigo Gil-Sabio / Manolo Escudero Cordón

Aportaciones a la pieza informativa: rodrigogilsabio@rfen.es

Fuentes documentales:

ESCRIBÁ ROMANÍ, JUAN: XXX Aniversario Federación Castellana de Natación, 1930-1960.

GIL SABIO, Juan: Real Canoe Natación Club, Una forma de vida, 1990.

GORGOJO, Emilio: 75 Aniversario de la Federación Madrileña de Natación, 1930-2005.

MORERA, Joaquín: Historia de la Natación Española. Madrid, 1962.

Hemeroteca:

BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA: El Canoe inaugura piscina, 1932.

Un día con los veraneantes de la piscina del Madrid F.C., 1935.

CRÓNICA: Chamartín-sur-mer. 1931 / Inauguración Piscina El Lago, 1932

Referencias web:

www.realcanoe.es Real Canoe Natación Club

www.fmn.es Federación Madrileña de Natación

GIMÉNEZ, M.R.: Blog Antiguos cafés de Madrid. Niágara, la primera piscina de Madrid, 2015

Foto de portada: Grupo de nadadores premiados en el festival del Madrid C.F. (Chamartín) en 1931, con el señor Aguirre en el centro. Fotos de abajo: 1- Entusiastas nadadores en el embalse de Valsaín (1931); 2- Los Baños del Niágara, las primeras 'piscinas' de Madrid inauguradas en 1879 (foto de 1932); 3- Grupo de nadadores en la barca en el lago de la Casa de Campo; 4- Piscina de La Isla en la ribera del Manzanares (1935); 5- María Aumacellas de Granados, gran impulsora del deporte acuático en Madrid (1935); 6- Poblado baño en la piscina del Madrid Club de Fútbol en Chamartín en 1935 (la famosa piscina de los perros rabiosos); 7- Lavaderos públicos del "Estanque de la Rana", convertidos en Piscinas El Niágara, cuna d ela natación madrileña; y8- Grupo de nadadores del Camoë en la piscina del (Real) Madrid C.F. con Gonzalo Aguirre, primer presidente de la Fed. Centro (Castellana). Se trata, en la imagen, de Escrivá Romaní, Villavrere, Alonso, Artiñano, Cebrián y Mascaró / Prensa de la época - Libro Real Canoe NC, una forma de vida (J. Gil Sabio). 

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