HISTORIAS DE BUDA Y PEST / Day2: BUDAPEST ANTI-COVID, LA CIUDAD DE LAS BURBUJAS
El fin del Estado de Alarma en España contrasta significativamente con lo que la delegación española estamos viviendo en Hungría. Desde que llegamos el viernes, con la PCR de España en regla para poder viajar, nos sentimos dentro de una sucesión de burbujas, como si estuviésemos navegando por el interior de una botella de agua con gas. Aeropuertos burbuja, aviones burbuja, autocares burbuja, competición burbuja, equipos burbuja, habitación burbuja... Budapest es, estos días, la ciudad de las burbujas. Y todo ello con la mascarilla hasta para almorzar, incluso el comedor tiene cientos de mesas todas ellas individuales y con su distancia de seguridad. Estamos luchando contra los rivales, sí, en innumerables batallas acuáticas, pero la verdadera guerra es contra la Covid-19.
¡No sabía que había 'toros' en Budapest! La ‘banderilla’ que sufrimos el primer día en la zona médica fue digna de comentarios por los pasillos. No sabemos si fue el grosor del palillo sobre los delicados orificios de nuestras mismas narices, la delicadeza del operario o ambas cosas, lo cierto es que aquello pareció por un momento el pasaje del terror... hasta que vinieron los alemanes claro, que estos aguantan carros y carretas en silencio como si no fuera con ellos. Pues tenemos PCRs para rato. Un servidor tiene que pasar 6 nada menos en 18 días si quiere volver a casa. Y así tenemos que funcionar por aquí.
Escaneo de acreditaciones cada vez que se sale y se entra al hotel para acceder a los autocares-lanzadera a piscina, con toma de temperatura en todos los accesos. Geles para manos por todos sitios, guantes de plástico en el comedor, distancia de seguridad en zonas mixtas y mascarillas que limitan la voz pero, sobre todo, el oído. Incluso, como puede apreciarse en la imagen, nuestros primeros medallistas españoles, Pau Ribes y Emma García, recibieron sus medallas en el podio con las pertinentes mascarillas. No queda otra, señoría...
Y todavía esta semana tiene un pase porque el volumen de deportistas es menor al denominado ‘Desembarco de Normandía’, que es cuando viene la natación europea o mundial antes de la última semana a tomar posiciones. Entonces, lo que hoy son servicios cómodos se convierten, en general, en colas para todo: para comer, para subir al autocar, para entrevistar a un deportista, para coger el ascensor (a mí no me afecta, yo subo en escaleras, aunque sean cinco pisos). Una vez llegué a última hora a un comedor. Me tocó delante un equipo balcánico de 1,95 metros de media. Armarios empotrados. Parecía que había mucha comida en el buffet ¡Ayyy, qué engañado estaba! Cuando me tocó el turno quedaba media loncha de jamón york, el final de una ensalada, una fuente de uvas pasas (esas que nunca coge nadie) y una banana. Eso me pasa por perder la posición ante el rival...
Rodrigo Gil-Sabio, a orillas del Danubio / Photo: (c) Deepbluemedia/Insidefoto for RFEN