ECOS DE SHANGHAI 2011 Erika Villaécija

Su apuesta era un todo o nada en un Mundial bidireccional para ella. Por eso, cuando salió de los mares de Jinshan, sus lágrimas salieron a relucir. Erika Villaécija había conseguido el billete olímpico en aguas abiertas y aún le quedaba el Mundial de piscina. Había acertado –junto a su reputado entrenador Joan Fortuny- compitiendo en una modalidad en la que supo suplir su inexperiencia con un 800 final de auténtica nadadora en línea.
Pero, más allá de los resultados, Erika es una chica que brilla con luz propia por tener la sencillez y serenidad de ese líder tranquilo, curtido en mil batallas, que transmite amor por la natación y respeto por los rivales, tanto como el que le tienen a ella.
Cuando hablas con Erika, te das cuenta de que le apasiona lo que hace, pese al gran sacrificio que supone llevar tantos años en el alto rendimiento. En la piscina de Shanghai se peleó con las mejores en el 800 libre y casi no le quedó gasolina para el 1.500. Se había metido 13.100 metros a tope en este Mundial entre mar y piscina, y ya casi no podía más.
Pero Erika siempre va más allá. Además de atender con una sabiduría y corrección exquisitas a los medios en cualquier circunstancia, tuvo fuerzas en China de ser la abanderada española en la Ceremonia de Clausura. Allí le dieron una estrella iluminada que debía tirar al agua. Toda una metáfora de su carrera, la de una estrella que sigue brillando en el agua con luz propia.
Rodrigo Gil-Sabio (Comunicación RFEN)