HISTORIAS DE BUDA Y PEST / Day1: Altavoces, una barrita energética y una final de oído fino
¡Madre mía! Qué risas en un momento con nuestra medallista Emma García, pero ‘a toro pasado’. El primer día de competición en Budapest estaba siendo de lo más normal. Pero por la tarde empezaron a pasar stranger things, que si los hackers estaban haciendo de las suyas vía whatsapp, que si la competición, a mitad de la primera final de sincro, se para, que si en vez de nadadoras empiezas a ver buzos, que si los altavoces subacuáticos no funcionan... Sí, sí, estamos hablando de los Campeonatos de Europa y del Duna Aréna. Bueno, un mal día en la oficina lo tiene cualquiera.
Final de Dúo Técnico (16h). Había un run-run, no de hoy, entre los equipos de que algo ocurría con el sonido de los altavoces subacuáticos. El caso es que la competición arrancó y nuestra pareja Alisa Ozhogina-Iris Tió salió tercera. Detrás de ellas, ocho países más. En el momento que se paró la competición, íbamos cuartas tras Rusia, Ucrania y Austria. Después de Eslovaquia, ya no salieron las británicas. Buzos para arriba y para abajo, el caso es que la organización -ya que estábamos con señal de TV en directo- tomó la decisión más inteligente, hacer la final a cuatro del Mixto Técnico (más corta) y anular todo lo ocurrido con el Dúo Técnico. Tanto es así que se nadará completo el jueves por la mañana.
Claro, nos contaba Emma, tras atender a los medios internacionales, que ellos estaban esperando y en un momento dado parecía que la jornada acababa antes de tiempo. Y ella con su barrita energética para reponer. La paz le duró poco, “vamos, que en menos de cinco minutos compites”. La pobre casi echa el alimento por la boca. Una pasada. A correr, junto con Pau, en busca de una medalla en un momento, para un deportista de élite, de lo más surrealista porque además desde organización bajaron el sonido de los altavoces para evitar males mayores y tuvieron que afinar el oído sobremanera para escuchar la música de aquella manera y no enterrar su trabajo de meses en las profundidades de la piscina.
No sería la última carrera de Emma y Pau en el día de hoy, se lo puedo certificar. Tras el maratón de entrevistas en piscina, nada más llegar al box para cambiarse, un miembro del staff técnico español les dice: “quedan tres minutos para que salga el autobús al hotel”. Nuestros dos medallistas (con las preseas en el cuello y cargados con todo), y un servidor que les seguía como podía, bajando pisos y pasillos por el Duna Aréna como si fuese el 1.500 olímpico de Coe, Ovett y Abascal en Los Ángeles 84. Llegamos con el autobús hasta los topes y arrancado, pero llegamos. Que nadie crea que por ganar una medalla a uno le está esperando un chófer en una berlina de alta gama, no, no. Aquí hay que espabilar dentro y fuera del agua ‘para pillar el bus’. Y hoy Pau y Emma han demostrado que, en espabilaos, también son unos competidores natos...
Rodrigo Gil-Sabio, a orillas del Danubio
