HISTORIAS DE BUDA Y PEST / Day10: Mi admiración acuática magiar no es de ahora, viene de lejos

Mi admiración por la natación y el waterpolo húngaros no es de ahora, me viene de lejos. A mí de pequeñito ya me gustaba el waterpolo y el gran icono de los 70 no era otro que Tamas Farago, un tipo de larga melena y casi dos metros de estatura (a lo ancho también) nacido aquí, en Budapest, que fue campeón olímpico en Montreal 76 con aquella Hungría invencible de los Csapo, Kasas, Molnar, Horkai, Gerendas...

El segundo gran momento fueron los Campeonatos del Mundo Madrid-86, en mi casa como quien dice. Ahí, Hungría fue cuarta en el medallero de natación realmente con solo dos nadadores, pero qué nadadores. Hablamos de Joszef Szabo, un genuino bracista que tumbó a la estrella canadiense Victor Davis; y de Tamas Darnyi, un nadador medio tuerto por un impacto de una bola de nieve con 15 años, que dominó con puño de hierro los estilos entre 1985 y 1992.

Después llegó Kristztina Egerszegi, un escándalo de espaldista que en los años 90 no tenía rival. También nacida en Budapest, ganó siete medallas olímpicas, algunas en Barcelona 92. Luego vivimos a otro ‘monstruo acuático’ nacido en diciembre de 1985 en Budapest, Laszlo Cseh. Hoy mismo, día 19 de mayo de 2021, a sus 36 años, se metía en la final de 200 estilos con Hugo González (1999), que casi podría ser su hijo.

Entre 2006 y 2021, solo Budapest -en Hungría se han celebrado más cosas- ha acogido cinco grandes eventos. En la era Katinka Hosszù -con rango de futbolista español aquí en su tierra-, la ciudad está salpicada de carteles de sus ídolos y de piscinas, no solo en Isla Margarita. Todos hablan y practican waterpolo o natación. Y ahora ya sus equipos no son solo de 5/6 elementos. En este Europeo son más de 60, todos ellos de Top16 para arriba. Hoy mismo un tal Hubert Kos (2003) que me ha encantado con ese nado de espalda relajado con el que parece que está desayunando.

No sé quién es el ‘gurú’ de todo esto, pero está muy, pero que muy bien montado. Y además su sentimiento nacional es indestructible. En enero de 2020 perdimos la final de waterpolo masculino por penalties frente al anfitrión, Hungría. Cada gol magiar en el Duna Aréna alimentaba un grito duro y seco de 6.000 enloquecidos fans magiares que retumbaba el sedimento del Danubio. Perdimos sí, pero hasta el portero de la piscina nos hizo una reverencia de respeto al salir por nuestro coraje. Buda y Pest. Cuando se juntan, son poderosamente irresistibles...

Rodrigo Gil-Sabio, a orillas del Danubio