I SALÓN DE LA FAMA RFEN - MIEMBROS: Jesús Rollán, un corazón infranqueable

Era lo más parecido a un pulpo juguetón. Sacaba sus ‘tentáculos’, atrapaba ‘misiles’ que iban a las telarañas de la escuadra, agarraba el balón, lo besaba y alzaba el índice a la grada en señal de victoria. Era el número 1, como su gorro, como su vida, arrebatada tan pronto por la fatalidad y sumiendo al waterpolo español en una tristeza infinita de la que no nos recuperaremos nunca. Hace unos días homenajeábamos su figura por acceder al Salón de la Fama RFEN. Y lo hicimos con pesar y respeto, pero con orgullo y admiración también. Jesús Rollán Prada forma parte de la leyenda del deporte español y mundial. Fue y será único.

En aquella final olímpica del 92 paró todo lo parable, teniendo en cuenta la magnitud del rival (Italia) y la tensión de jugar en casa (Barcelona). Más de seis mil espectadores estaban ávidos en la grada de ver a nuestro waterpolo masculino alcanzar por primera vez el título olímpico. La tensión se mascó en los pasillos -años más tarde Manel Estiarte publicaría que salieron sobreexcitados a un partido que era...el partido-. Jesús estuvo colosal, como siempre, pero se derrumbó a la finalización después de tres prórrogas interminables, subiendo el último al podio de plata cabizbajo y amargado, todo lo contrario de lo que él era, alegre, bromista, intenso.

También fue el primero que se conjuró y que invitó a sus compañeros a afrontar un reto mayúsculo: superar aquello con el oro en Atlanta. Y se puso a ello con otros quince ‘locos’ que necesitaban dar un sentido a sus vidas deportivas. Una plata olímpica era algo maravilloso, pero este ‘dream team’ era tan, tan bueno y especial que no podía pasar a la historia como segundo. Si los cuatro años anteriores de preparación fueron duros, en los siguientes todo el foco estaba puesto en el oro. No como una obsesión, pero casi.

Jesús Rollán (Madrid, 1968 – La Garriga, 2006) no tenía unas condiciones especiales para brillar en este deporte, pero tenía una actitud, una motivación y unos reflejos colosales, inigualables. No ocupaba ni mucho menos la portería, pero cuando batía los brazos, los huecos no existían para los rivales. Tenían que romper la red a cañonazos para golear a un Jesús que vivía los partidos con intensidad máxima y que fuera del agua era todo corazón.

UN ORO TAN GRANDE QUE NO HA VUELTO A REPETIRSE EN 25 AÑOS

Y llegó el gran día. El 28 de julio de 1996. Atlanta (Estados Unidos). De un lado, Croacia. Del otro, España. Dos estilos contrapuestos, frente a frente y un solo título. En semifinales secaron a una Hungría que solo pudo hacer 6 goles; en la final Croacia se quedó en 5, por los 7 de la España de Joan Jané ¡Campeones olímpicos! En cada acción, en cada gol nuestro, Rollán rugía en la portería. Confirmaba su estrella con otro partido de leyenda.

Dos años más tarde, en los Campeonatos del Mundo de Perth 98, dejó en semifinales a Yugoslavia en 3 goles y en la final a Hungría en 4. Y en Fukuoka 01 Jesús rizó el rizo con dos victorias en semifinales por 4-2 a Italia y Yugoslavia, algo totalmente insólito en el waterpolo moderno. Ganar un oro mundial marcando solo 4 goles es algo inaudito.

Es verdad que llegó a disputar dos JJOO más, Sidney 2000 y Atenas 2004, pero las lesiones en sus quebradas rodillas no respetaron en los últimos años al portero más grande entre los grandes, que ya era toda una celebridad. Jesús Rollán, con su marcha, dejó una profunda huella en sus compañeros y en el waterpolo español. Una huella imborrable...

Rodrigo Gil-Sabio (Comunicación RFEN). Foto: Jesús Rollán Prada / Rfen.